El pan es un alimento que ha gozado, durante mucho tiempo, de muy mala fama. Las principales críticas se debían a su alto contenido en carbohidratos y, por tanto, al hecho de que “engorda mucho”. Y sí, es cierto que consumido en exceso (como todos los hidratos de carbono), este alimento nos hará aumentar de peso. De ahí que, durante muchos años, cuando alguien quería empezar a hacer dieta, lo primero que eliminaba por completo de su alimentación (normalmente junto a la pasta o las patatas) era el pan.
Pero el problema, en realidad, no reside en el pan en sí. Las calorías extras las sumamos si lo consumimos en grandes cantidades o cuando lo acompañamos de queso, embutido, mermelada o lo mojamos en salsas ultracalóricas. Así pues, muchas veces en el caso del pan, los kilos de más llegan por culpa de los alimentos con los que lo comemos y no tanto por el pan en sí.
Además, cabe decir que los panes industriales (seguro que quien más, quien menos, la mayoría hemos comprado alguna vez ese pan ‘chicle’ de gasolinera), tampoco ayudaron a mejorar la fama de este alimento.
El pan integral es una opción que muchos preferimos al aportarnos más fibra y micronutrientes que su versión ‘blanca‘ y al estar demostrado que su consumo habitual puede contribuir a reducir el riesgo de padecer diversas patologías crónicas. Entre ellas, enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, algunos tipos de cáncer, obesidad e incluso algunas patologías gastrointestinales. De hecho, incluir los cereales integrales (maíz, mijo, avena, trigo o arroz integral no procesados) en nuestra alimentación es una de las recomendaciones dietéticas más en boga desde los últimos años y, por ello, el consumo de este tipo de productos no ha dejado de crecer.
El problema es que, “muchos de los panes que nos parecen integrales, o incluso nos venden como tales, realmente no lo son. Se trata de elaboraciones a partir de harina blanca refinada a la que se le añade un porcentaje de salvado, en torno al 1%, para darle aspecto de integral”, nos advierte el panadero artesano Mocho López, de la empresa Levadura Madre.
Así pues, a la hora de ir a la panadería, preguntad y aseguraros de que se trata realmente de pan integral y que no os dan gato por liebre. Asimismo, si compráis pan envasado, es importante leer la etiqueta para conocer realmente su composición y el porcentaje real de trigo integral (debería ser superior al 75%) con el que está elaborado.
Otra cosa importante. Aunque ‘integral’ nos pueda sonar a ‘régimen’, el pan integral y el pan blanco nos aportan una cantidad de calorías similar. Así que ojo con confiarnos y comer de más, tan solo por tratarse de un alimento más saludable que el elaborado con cereales refinados. También es importante saber que ‘rico en fibra’ no es sinónimo de integral, a pesar de que muchas veces sean términos que se confundan.
En ocasiones, el pan integral se confunde con otro tipo de panes, como el pan multicereal. Es más, puede que incluso se considere a este último como una opción más sana. Sin embargo, estos panes no tienen nada que ver entre ellos, ya que este último se trata de un preparado que, como su nombre indica, está elaborado con semillas de diferentes cereales, pero esto no garantiza necesariamente que los panes sean integrales. Pueden estar elaborados con harinas refinadas procedentes de varios tipos de cereal o incluso pueden mezclarse harinas blancas e integrales.
No obstante, según Moncho López, el pan más ‘natural’ es el de grano completo. “Un grano de trigo tiene 3 partes: endospermo, el salvado y el germen. El endospermo, que es lo que mucha gente conoce como grano, es el que contiene los carbohidratos; el salvado es la parte que protege al endospermo y la que contiene la fibra; y por último el germen es donde se encuentran las vitaminas del grupo B y los minerales”, añade.
Y vosotros, ¿compráis normalmente pan integral? ¿Conocías sus particularidades y beneficios para la salud?
Fuente: Sanitum