Durante los días de invierno, las bajas temperaturas pueden ser un factor que promueven la incubación de enfermedades causadas por microorganismos. Por tanto, éstas se pueden propagar con mayor facilidad en lugares cerrados con mucha gente concentrada (transporte público, ascensores…) y a través de alimentos en mal estado por diversas causas (elaboración con malas prácticas de higiene, no respetar las temperaturas adecuadas de almacenamiento…).
En este caso, no olvides que una buena alimentación hace una gran diferencia en cuanto a la eficacia con la que el sistema inmune actúa contra estos agentes infecciosos. ¿La razón? ¡Muy sencillo! Existen varias investigaciones científicas que demuestran el papel de ciertos elementos nutricionales que intervienen en el proceso de la protección inmunológica, para así evitar el desarrollo de las enfermedades típicas de invierno.
No hace falta recurrir a productos funcionales que se promocionan como ayudantes de las defensas si no se desea (además, suelen tener un coste económico superior al de los productos básicos), puesto que podemos mejorar nuestro sistema inmunitario con productos más cercanos a las materias primas.
Aquí van algunos de los aspectos nutricionales que nos ayudarán a mejorar nuestro estado inmunológico:
Grasas: algunos estudios indican que una dieta demasiado alta en grasas de baja calidad nutricional disminuye la efectividad de nuestro sistema inmune, por lo que las infecciones puede aumentarse. Reduciendo éste tipo de grasas de nuestra dieta, además se puede promover el desarrollo de las células inmunológicas implicadas en la lucha contra células tumorales. Sin embargo, es importante no dejar de lado alimentos muy importantes en la dieta como el pescado azul, aguacate, frutos secos, soja o aceite de oliva virgen extra, por su importante aporte de ácidos grasos esenciales, vitaminas y antioxidantes.
Ingesta energética adecuada: seguir una dieta demasiado hipocalórica (casos de desnutrición, dietas de adelgazamiento inadecuadas demasiado limitadas en kcal…) puede desembocar en una merma de nuestra respuesta inmune frente a los agentes infecciosos. Por otro lado, cabe decir que el hecho de ingerir más alimentos de los que necesitamos, no ayudará a que nuestro sistema inmune funcione mejor.
Consumo de productos lácteos fermentados: se trata principalmente del yogur y el kéfir. Los microorganismos empleados en su elaboración, los cuales alcanzan vivos nuestro tracto digestivo (probióticos) ayudan a combatir los microorganismos implicados en la aparición de intoxicaciones alimentarias. Los productos más interesantes de éste grupo son las variedades no azucaradas (aporte calórico extra innecesario).